Que las personas a las que apreciamos y que nos aprecian nos dediquen tiempo es el regalo más maravilloso y fascinante que nos pueden hacer. Si nos paramos a pensar, el tiempo que invierten en nosotros es algo que nunca recuperarán.
Aprecia quien te dedica su tiempo, porque nunca lo recuperará
Este, a su vez, constituye un hecho único y especial a través del cual nos dicen que nos quieren, que nos valoran y que disfrutan de nuestra compañía.
Se nos suele olvidar valorar la importancia de este gesto con asombrosa facilidad. Esto muchas veces promueve la génesis de conflictos y pérdidas de cercanía e intimidad entre dos personas.
No es sencillo llegar a un correcto equilibrio de fuerzas en un mundo en el que se prima la rapidez, hecho que destaca en este punto porque promueve que nos acompañe el estrés incluso a la hora de quedar con los amigos y de “disfrutar”.
Por eso conviene que nos paremos a pensar y otorguemos valor a esto. Si alguien nos dedica su tiempo libre y, además, “crea” tiempo para vernos, podemos estar seguros de que nos está haciendo el mejor regalo posible.
Son momentos que vale la pena atesorar en forma de recuerdos, pues el hecho de que nos brinden afecto y acompañamiento afectivo nos hace poseedores de los mejores tintes con los que dar color a nuestra vida.
Compartir tiempo es regalar vida
Tal y como podemos colegir de la historia siguiente, compartir momentos significa regalar vida. Si pensamos en la cantidad de cambios que se producen a través del tiempo probablemente esto llegue a abrumarnos.
Es más, si profundizamos en este pensamiento nos daremos cuenta que el tiempo y el cambio pueden conceptualizarse como sinónimos. Es la esencia de la vida, de nuestro crecimiento y de nuestras relaciones.
La mejor manera de corresponder a estos “te quieros” y “me importas” que recibimos de los demás cuando compartimos momentos es ofreciendo tiempo y experiencias por nuestra parte.
No podemos olvidar que nuestra mejor inversión siempre será el tiempo que dediquemos a nuestra familia y nuestros amigos. No dejes que se haga demasiado tarde para hablar el lenguaje de los sentimientos a través de las manecillas del reloj.
¿Qué valor tiene una hora de tu tiempo?
La noche había caído ya; sin embargo, el pequeño niño hacía grandes esfuerzos por permanecer despierto. El motivo bien valía la pena; estaba esperando a su papá. Sus traviesos ojos iban cayendo pesadamente cuando se abrió la puerta.
—Papá, ¿puedo hacerte una pregunta?
—Sí, claro, ¿qué es?
—Papá, ¿cuánto dinero ganas en una hora? —dijo con ojos muy abiertos.
Su padre entre molesto y cansado, fue muy tajante en su respuesta.
—Eso no es asunto tuyo, ¿por qué me preguntas tal cosa?
—Sólo quiero saber. Por favor, dime, ¿cuánto ganas por una hora?
—100€ por hora, —contestó contrariado.
—Oh” —El niño con tristeza agachó la cabeza— Papá, ¿puedo pedir prestados 50€?
El padre se puso furioso.
— Si la única razón por la que quieres saber lo que gano es para pedir prestado dinero para comprarte algún juguete tonto, entonces quédate en tu habitación, no salgas y piensa por qué estás siendo tan egoísta. Yo trabajo mucho todos los días, como para lidiar con este comportamiento tan infantil.
El niño, en silencio, cerró la puerta de su habitación. El hombre se sentó y comenzó a enojarse más por la pregunta del pequeño. ¿Cómo se atrevía a hacer tales preguntas solo para obtener algo de dinero?
Después de una hora, el hombre se calmó y comenzó a pensar: Tal vez había algo que realmente necesitaba comprar con esos 50€. Después de todo, el niño no pedía dinero muy a menudo.
Así pues, se acercó a la puerta de la habitación del niño y abrió la puerta.
—¿Estás dormido, hijo?
—No papá, estoy despierto.
—He estado pensando, tal vez yo fui demasiado duro contigo. Ha sido un día largo y descargué mi frustración en ti. Aquí tienes los 50€ que me pediste…
El niño se irguió, sonriendo.
—Oh, ¡gracias papá!” —susurró el niño, mientras metía su manita debajo de la almohada y sacaba varias monedas.
Entonces, se levantó y sacó de debajo de la almohada unas monedas y unos billetes arrugados. El hombre vio que el muchacho ya tenía dinero y empezó a enfadarse de nuevo. El niño contó despacio su dinero y luego miró a su padre.
—¿Por qué querías más dinero si ya tiene bastante?
—Porque yo no tenía suficiente, pero ahora sí. —Contestó entusiasmado.
Papá, ahora tengo 100€. ¿Puedo comprar una hora de tu tiempo? Por favor, mañana ven a casa temprano, me gustaría cenar contigo.
El padre se sintió acongojado. Abrazó al pequeño y le suplicó por su perdón.
Relacionado
Reflexión El Tiempo y los Predadores
Con información de elpandelospobres.com