Ídolos y Arrepentimientos: La Historia del Becerro de Oro
El Señor convocó a Moisés, diciendo:
«Desciende inmediatamente. Tu pueblo, aquel que liberaste de Egipto, ha errado. Se desviaron rápidamente del camino que les tracé y han creado este ídolo de becerro. Lo adoran, ofrecen tributos y lo reconocen como su liberador de Egipto».
Añadió: «Es evidente su terquedad. Permíteme actuar; mi cólera los consumirá. Pero de ti surgirá una nación grandiosa».
No obstante, Moisés apeló al Señor, arguyendo: «¿Por qué desatar tu furia contra tu propia creación, aquellos que liberaste con tanta determinación? No permitas que los egipcios especulen que los liberaste con intenciones maliciosas. Calma tu ira y reconsidera el castigo planeado».
Recordó al Señor las promesas hechas a Abraham, Isaac y Jacob, y su juramento de prosperar su linaje y otorgarles la tierra prometida. El Señor, entonces, recapacitó sobre su decisión de castigar a la gente.
Descendiendo, Moisés llevaba consigo las dos tablas, inscritas en ambos lados. Eran creación divina, con palabras grabadas por la misma mano de Dios. Al escuchar el alboroto del campamento, Josué sugirió que se trataba de un combate, pero Moisés lo corrigió señalando que eran cantos festivos.
Al llegar al campamento y presenciar el ídolo y las danzas, la ira se apoderó de él. En su furor, lanzó las tablas, destrozándolas. Se apoderó del becerro dorado, lo redujo a cenizas y esparció los restos en el agua, obligando a los israelitas a beberla.
La Transgresión del Becerro Dorado y la Consagración de Aarón
Moisés cuestionó a Aarón:
«¿Por qué has llevado a este pueblo a cometer un error tan evidente?». Aarón replicó: «Te pido que controles tu ira. Eres consciente de la propensión de este pueblo hacia el error.
Me pidieron, ‘Constrúyenos un dios que nos guíe, ya que desconocemos el paradero de Moisés, quien nos sacó de Egipto’. Así que solicité su oro, lo arrojé al fuego y, sorprendentemente, emergió un becerro dorado.»
Al presenciar el comportamiento descontrolado del pueblo –resultado de la indulgencia de Aarón que expuso al pueblo a la ridiculización de sus adversarios–, Moisés se posicionó en la entrada del campamento y gritó:
«¡Todos los fieles al Señor, acudan!». Todos los descendientes de Leví se congregaron a su alrededor. Moisés les instruyó: «El Señor, Dios de Israel, manda lo siguiente: Armaos y cruzad el campamento de una punta a otra, eliminando incluso a familiares y amigos».
Los levitas obedecieron, y cerca de tres mil individuos perecieron ese día. Luego, Moisés declaró: «Hoy han sido consagrados ante el Señor, incluso si eso significó actuar contra familiares. Que Él les otorgue bendiciones en este día».
El siguiente día, Moisés se dirigió al pueblo diciendo, «Han caído en un grave error. Sin embargo, me presentaré ante el Señor para buscar su perdón». Al encontrarse nuevamente con el Señor, Moisés suplicó: «Lamentablemente, el pueblo ha errado construyendo un ídolo dorado. Si puedes perdonarles… y si no es así, elimíname de tu registro sagrado». El Señor contestó: «Sólo aquel que ha pecado será eliminado de mi libro».
«Continúa guiando al pueblo hacia el destino prometido. Mi ángel te acompañará. Pero en el momento adecuado, enfrentarán las consecuencias de su transgresión». Y así, el Señor sancionó al pueblo por su idolatría con el becerro creado por Aarón. (Dt. 9, 20).
No obstante, Dios mantuvo a Aarón en su rol destinado. Cuando fue el momento adecuado, Moisés lo consagró siguiendo las tradiciones establecidas.
En relación con las vestimentas del Sumo Sacerdote, el Señor instruyó a Moisés: «Elige a tu hermano Aarón y a sus hijos, Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar, para que sirvan en mi nombre. Encarga a los artesanos más habilidosos, que he dotado con destrezas especiales, para crear las vestimentas sagradas de Aarón, simbolizando su consagración sacerdotal.
Estas prendas incluyen: un pectoral, un efod, un manto, una túnica intrincadamente diseñada, un turbante y una faja. Estas vestiduras sagradas, creadas con materiales como oro, tonalidades de púrpura y lino fino, permitirán que Aarón y sus descendientes ejerzan su papel sacerdotal con dignidad»…